Medir la calidad de la programación televisiva ha sido uno de los objetivos centrales de la investigación que aquí se presenta. Los
resultados alcanzados permiten obtener una descripción sintomática de la televisión actual. Pero el aporte mayor puede residir en encontrar
algunos indicadores objetivamente reconocidos, y específicos del medio, para buscar y alcanzar la calidad, si es lo que verdaderamente se
desea.
La demanda de una televisión de mayor calidad no es novedosa ni uniforme, pues diversos grupos y sectores de la sociedad vienen
expresando desde hace tiempo su reclamo ante la “televisión basura”. El disgusto de todos ellos se expresa contra el mismo objeto, la
televisión, pero las exigencias que plantean son distintas. Los académicos, las fundaciones, consejos e instituciones educativas, tanto como
asociaciones familiares y otros colectivos expresan su preocupación y alerta por el tipo de representación del mundo que exhiben las pantallas.
Asimismo, los profesionales de los medios y las empresas anunciantes también predican el deseo de una mayor calidad en los productos que
apoyan.
A pesar de la dificultad para definir un término que se presenta subjetivo y amplio, existen datos que permiten identificar constantes
con las que la mayor parte de los sectores coincide; otros criterios son complementarios. La mayor constante se expresa, llamativamente, en
la necesidad de difundir valores positivos para la sociedad, entre los que se destacan: la tolerancia, la justicia, la paz (como oposición a toda
forma de violencia, física o verbal), el respeto por la diversidad y la defensa de los más débiles. Otros criterios definen la calidad destacando el
profesionalismo (solidez, preparación adecuada) y la calidad artística; pero, sobre todo, se insiste sobre el valor de la diversidad (la pluralidad
en todos los aspectos, en el contenido y en el formato de los programas).
Preocupa entre los críticos toda clase de distorsión respecto de la realidad que vive la mayor parte de la sociedad; situaciones
inverosímiles, familias desintegradas, resoluciones mágicas para los conflictos de los personajes, gente sin objetivos ni motivaciones nobles
parecen poblar el «mundo real», si se presta atención a las situaciones que dominan la pantalla en horarios de mayor audiencia. Poco espacio
queda para mostrar el esfuerzo personal, los valores que mueven las acciones, la búsqueda del equilibrio para el bien común o para el futuro
de una sociedad más justa.
Sorprende positivamente que algunos empresarios de medios o de marcas anunciantes han explicitado su compromiso con los valores
sociales, incluso por escrito, en acuerdos, cartas de intención o entre sus políticas empresarias. Por esta razón, es importante y urgente
demandar coherencia a los sectores responsables de los contenidos que se ponen en pantalla, además de promover la educación de los
públicos para que puedan llevar adelante esa exigencia.
El acuerdo parece imposible si quienes producen televisión sólo se mueven por el interés técnico y comercial, y desatienden dos
aspectos de igual importancia: por una parte, el papel que desempeña la televisión dentro de la sociedad democrática; por otra parte, las
consecuencias que conllevan los productos de baja calidad, más allá de un alto rating transitorio. Las investigaciones de recepción han
demostrado que el público se comporta según dos lógicas simultáneas, que es capaz de distinguir con claridad: la lógica del uso de la
televisión (lo que elige ver) y la lógica del juicio, que reflexiona sobre aquello que ve, y emite su veredicto. De este modo, un programa con
alta audiencia no es un éxito, si lo que importa es la fidelidad que consiga y la valoración positiva de su calidad. La propuesta de un índice de
calidad puede, por tanto, ser un aporte para alcanzarla
One of the main objectives of this research has been to measure the quality of television programmes. The results that have been
achieved give a symptomatic description of television nowadays. However, the most significant contribution lies in finding some specific and
objectively acknowledged indicators in the field, in order to strive for and reach quality, if this is desired.
The demand for better quality in television is neither new nor uniform, because different groups and sectors in society have been
complaining for years against the presence of «junk television». This general dislike is addressed by the very same object -television- but with
different requirements. The academic community, foundations, educational institutions as well as family associations and other groups show
their concern for the kinds of representations of the world portrayed on the screen. Furthermore, mass media professionals and advertising
companies also express a desire for a better quality in the products they support.
Although it is hard to define «quality», as it seems a subjective term and of wide denotation, there is data that shows constant
indicators and other criteria that could be complementary. Surprisingly, one of the main constants in defining television quality is that it should
transmit positive values to society, such as tolerance, justice, peace (in opposition to any kind of violence whether physical or verbal), respect
for diversity and protection of the weak. Other criteria emphasize professionalism (accuracy) and artistic quality. But above all, the value of
diversity is highlighted (plurality in all aspects, in the content and format of the programmes).
Critics are worried about every kind of distortion between television and the experiences of most parts of society, such as
unimaginable situations or the massive presence of disintegrated families and magic denouement to character conflicts. Also, people without
noble aims seem to cover the «real world», if the situations that dominate the screen at rating time are considered. Little time is left to display
personal willingness, values that motivate action, the search for common welfare or for a fairer society.
It is positively surprising that some businessmen from the mass media or advertising companies have stated their commitment to
social values, even in written form, in agreements or in their business policies. Due to this, it is important and urgent not only to ask for
coherence to the sectors that are responsible for the topics that are displayed on the screen but also to foster audience education so that it is
the same audience that can be in charge of this demand.
Many critics think that the agreement is impossible if those who produce television only consider the business and technical interest
and forget two equally important aspects: on the one hand the function that television has in a democratic society and on the other hand, the
consequences of a product of poor quality, beyond a high but short-termed rating. Reception research has shown that public behaves following
two simultaneous logics that theyperfectly distinguish: the logic of television usage (what the public chooses to watch) and the logic of
judgement (the public’s reflection on what they watch and their verdict).Hence, a programe with high rating is not a success if what really
matters is the fidelity it achieves and the positive assessment of its quality. This index of television quality proposal can, therefore, be a
contribution to achieve quality