Y visto lo visto, doña Purita se confinó. Entre las cuatro paredes de su domicilio. No era la primera
vez, en momentos terribles de su pasado se recluyó para que un temporal político pasara por delante de su casa. Sabía estar encerrada, y cuántas veces lo hizo por corregir ejercicios, ayudar, asesorar, animar o consolar a los cientos, miles, de alumnos que aprendieron con ella. Ahora lo hacía por obediencia y solidaridad. Era muy importante no ser causa ni vehículo de contagio, además de defenderse ella misma de cualquier situación de riesgo, que más vale prevenir que curar