La exposición prenatal al alcohol puede provocar anomalías perdurables en el sistema nervioso central, rasgos faciales anómalos y otras malformaciones congénitas. El conjunto de anomalías congénitas y trastornos del desarrollo derivados del consumo de alcohol en el embarazo quedan englobados bajo el término “Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal” (TEAF).
El daño en la gestación puede producirse desde el inicio de la misma, antes de que la mujer tenga conciencia de estar embarazada. No es imprescindible que la madre sea alcohólica para que el alcohol dañe al feto. A mayor consumo de alcohol durante el embarazo (habitual, o bien consumo episódico intenso), se constata un mayor riesgo, pero no se ha establecido una dosis mínima segura de alcohol que se pueda ingerir durante el embarazo sin riesgo de provocar problemas en el hijo. Por ello, y dada la precocidad del daño en la gestación, resulta imprescindible la abstinencia de bebidas alcohólicas desde la preconcepción.
Numerosos estudios indican que el predictor más potente del consumo de alcohol en la gestación es el consumo de alcohol previo al embarazo. En España, aproximadamente dos tercios de las mujeres entre 15 y 44 años son consumidoras de alcohol. Se ha observado además una tendencia ascendente desde los 90 en la prevalencia de la embriaguez entre las mujeres de 15 a 34 años.
La prevención de los TEAF, por lo extendido que está en nuestra sociedad el consumo de bebidas alcohólicas en el embarazo y por las graves consecuencias que puede conllevar (individuales, familiares, sanitarias, educativas, sociales, laborales, económicas) debería constituirse en una prioridad pública y materializarse en planes de acción intersectoriales.
Para una prevención efectiva, es imprescindible, entre otras medidas, poner en marcha planes idóneos de formación continuada de los profesionales sanitarios, así como de los educadores y el personal de los servicios sociales