Esta ponencia presenta un análisis de los elementos más significativos que se encuentran planteados sobre la calidad en la
televisión de actualidad. Examina asimismo, los principales problemas éticos con los que se enfrentan tanto los profesionales como los
usuarios de los medios de comunicación audiovisuales y se indican unos cauces mínimos e imprescindibles para que la televisión
cumpla con unos criterios éticos necesarios para la buena práctica en televisión. La televisión debe dejar de fabricar noticias porque la
realidad a veces se queda corta, debe dejar de mezclar noticias con información para maximizar audiencias y en definitiva es muy
preocupante que abandonen la ética para favorecer la comercialidad. La televisión debe estructurarse para estimular la competencia
por una programación de calidad, más que la competencia por los beneficios económicos y las audiencias. Por lo tanto, la televisión de
cara al siglo que hemos iniciado, debe establecer con claridad, qué beneficios sociales aporta, si es capaz de responder a los nuevos
retos de competitividad y diversidad en tiempos breves, si es capaz de asignar profesionales cualificados a los programas infantiles y
otros programas que así lo requieran, sin invitar a supuestos expertos a los que enfrentan entre sí para dar espectáculo. Debe evitar
los conflictos personales como espectáculo y por supuesto evitar imágenes de violencia y tratos vejatorios.
En Mayo de 1998 el diario El País publicaba un artículo donde informaba que según el informe «Televisión y Derechos de los usuarios.
Contenidos infantiles y Publicidad», los niños españoles recibían una programación televisiva colmada de machismo, violencia e
intolerancia. Seis años más tarde, Mayo de 2005, otro artículo publicado por el diario El Mundo, revela que una investigación
sociológica realizada durante tres años, demuestra que los jóvenes que presencian actos violentos, duplican el riesgo de convertirse
en agresores.
Nuestros jóvenes, y nuestros niños, presencian actos violentos en la televisión prácticamente en toda su programación. Telediarios,
dibujos animados, series televisivas, películas, reality shows, etc. A pesar de que ya en 1993 se iniciaron las medidas de protección a
la infancia, cuando el consejo de ministros aprobó el proyecto de ley que trasponía a nuestra legislación la directiva europea
«Televisión sin Fronteras» y que el gobierno actual ha elaborado un Código de Autorregulación que entró en vigor el pasado
Noviembre, la violencia e insultos campan a sus anchas en televisión según revela el informe del Observatorio de Contenidos
Televisivos y Audiovisuales. El informe denuncia la aparición de lenguaje soez, comportamientos intolerantes, violencia física y verbal
y sexualidad explícita por doquier.
La televisión es un medio omnipresente en la vida familiar, ya que los niños pasan más tiempo frente al televisor (entre tres y cinco
horas diarias) que frente a sus profesores.
Los profesionales de los medios de comunicación deben tener en cuenta la responsabilidad tan enorme que conlleva el ejercicio de la
profesión en cualquiera de sus soportes: prensa escrita, medios audiovisuales, etc. Formar, informar y entretener son los principios
básicos con los que se fundaron los nuevos medios audiovisuales de la década de los 50, sin embargo estos fines han quedado
olvidados en pos de una mal entendida guerra de audiencias y la educación está completamente olvidada y el entretenimiento que se
ofrece es carente de cualquier valor ético y estético.
La televisión, desde su posición privilegiada como canal de comunicación que llega a millones de personas, puede y debe cumplir el
importante papel de transmitir contenidos de carácter formativo y educativo. De los buenos profesionales depende en buena parte la
ética y la estética, sin ellas, sería un oscuro oficio vergonzante como quizá lo es a veces
This communication presents an analysis on the most significant elements related to the quality of the Television in present
times. It examines, at the same time, the main ethical problems faced by the professionals and the users of the television, and it
indicates the minimum paths required in order to achieve a good practice on television. It presents problems which should be solved
as when television invents and makes programmes just because the reality does not cover their needs. Television, it adds, should be
structured in order to stimulate competitively to obtain a good quality rather than to obtain good economical figures and a high
audience. Therefore, the television of the XXI century which we just joined, should let it very clear which social benefits is going to
give, whether it will be capable of responding to the new competitiveness and diversity in brief period of time. Whether it is going to
assign qualified professionals not only in programmes for children but in all other programmes whenever required, without using
supposed experts whose only interest is to fight among themselves in order to make spectacle. It should also avoid personal conflicts
as a show and obviously it should avoid images of violence and psychological and vexatious misconduct