When the Organisation for Economic Co-operation and Development
(OECD) was created half a century ago in 1961, its members accounted for
the lion’s share of the world economy and that remained the case for almost
three decades. Major international developments occurred from the late
1980s like the end of the Cold War; and the return of stability, open markets
and democracy to Latin America. But the OECD countries’ global economic
predominance was only really challenged by the rise of East Asia through its
export-oriented growth strategies.
The OECD responded to all these developments by inviting countries to
join the Organisation and participate in outreach activities. But what is striking
in this opening of the OECD membership is the lack of a visible presence of
Asia and a growing “eurocentricity”. The OECD’s membership has grown by 10
countries (to 34) over the past 17 years, but only one of these new members
(Korea) comes from Asia. Based on current trends, the OECD seems condemned
to represent an ever declining share of the world economy.
As the OECD enters its second half century, it is very much at a crossroads.
This paper argues that for the OECD to be a more effective and legitimate
player in global governance, it needs to make a major and immediate effort
to recruit large Asian countries as members, even if it means adopting a more
flexible approach to membership criteria and adapting the organisation. While
Asia’s leading economies would have much to gain from joining the OECD and
accepting and committing to the Organisation’s policy standards, the OECD
has to recognize that the global financial crisis has brought the “Western
brand” (which the OECD represents) into serious disrepute. This underlines the
argument for greater flexibility with respect to membership criteria.
As major beneficiaries of globalization, Asia’s leading economies arguably
have a responsibility to adopt more of the OECD’s values-based culture in
terms of good governance and transparency. Just as importantly Asia can
contribute to this organizational culture which has always evolved and needs
to evolve further. This would ultimately be beneficial to them and the global
economy, and they would thereby become more responsible stakeholders in
the global system.
Cuando la OCDE fue creada hace medio siglo, en 1961, sus miembros
representan la mayor parte de la economía mundial y esa proporción se mantuvo
durante las tres décadas siguientes. Algunos acontecimientos internacionales
tuvieron importancia durante la década de 1980, como el final de la Guerra
Fría, el inicio de una nueva fase de estabilidad y apertura de los mercados y
la instauración de la democracia en América Latina. Pero el predominio de
los países de la OCDE en economía mundial fue tan sólo desafiado por las
economías de Asia Oriental, como resultado de sus estrategias de crecimiento
orientado a la exportación.
La OCDE respondió a todos estos acontecimientos, invitando a los países
a integrarse en la organización y participar en algunas de sus actividades de
difusión. Pero lo que sorprende en esa apertura de la OCDE es la falta de
presencia relevante de Asia y un creciente “eurocentrismo”. En los últimos 17
años, los países miembros de la OCDE han aumentado en diez (34), pero sólo
uno de estos nuevos miembros (Corea) proviene de Asia.
Sobre la base de las tendencias actuales, la OCDE parece condenada a
representar un porcentaje cada vez menor de la economía mundial. La OCDE entra
así en su segundo medio siglo en una encrucijada. Este documento sostiene que
para que la OCDE sea un agente más eficaz y legítimo en la gobernanza mundial,
es necesario que haga un esfuerzo importante e inmediato para integrar grandes
países asiáticos como miembros de pleno derecho, incluso si esto significa la
adopción de un enfoque más flexible de los criterios de ampliación y adaptación
de la organización. Mientras que las principales economías de Asia tienen
mucho que ganar al integrarse a la OCDE, aceptando y comprometiéndose con
las normas de política de la organización, la OCDE tiene que reconocer que la
crisis financiera mundial tiene un claro carácter “occidental” (representativa de la
OCDE) que implica un grave descrédito. Esto pone de relieve el argumento que
exige una mayor flexibilidad con respecto a los criterios de adhesión
Como principales beneficiarios de la globalización, las principales economías
de Asia tendrían la responsabilidad de adoptar una la cultura basada en los
valores de la OCDE, tanto en términos de buen gobierno como de transparencia.
Asimismo, estos países pueden contribuir a una cultura que ha permitido
evolucionar a la organización. En última instancia, esto sería beneficioso para
Asia y la economía mundial, y constituiría a los países asiáticos en agentes
más responsables en el sistema global.